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La realidad de Cristiano es que no está lesionado, pero sí tocado de la rodilla y melancólico, que es casi peor. Su cara durante el entrenamiento de ayer no reflejaba el entusiasmo habitual en las previas de Champions. Se le ve inquieto. El año pasado deslumbró al mundo con un doblete y dos asistencias en Gelsenkirchen, busca una gran noche para volver a despegar tras un inicio de 2015 que no corresponde con su estatus de Balón de Oro. Cuatro goles en ocho partidos —además de tres encuentros seguidos sin ver puerta— ponen de relieve su mal estado de forma, que se manifiesta sobre todo en sus actitudes fuera y dentro del terreno de juego, defectos del pasado que vuelven a asomar para echar por tierra su inmaculada trayectoria en los últimos años.
La realidad de Cristiano es que no está lesionado, pero sí tocado de la rodilla y melancólico, que es casi peor. Su cara durante el entrenamiento de ayer no reflejaba el entusiasmo habitual en las previas de Champions. Se le ve inquieto. El año pasado deslumbró al mundo con un doblete y dos asistencias en Gelsenkirchen, busca una gran noche para volver a despegar tras un inicio de 2015 que no corresponde con su estatus de Balón de Oro. Cuatro goles en ocho partidos —además de tres encuentros seguidos sin ver puerta— ponen de relieve su mal estado de forma, que se manifiesta sobre todo en sus actitudes fuera y dentro del terreno de juego, defectos del pasado que vuelven a asomar para echar por tierra su inmaculada trayectoria en los últimos años.
Ancelotti y sus compañeros son los primeros en arroparle, conscientes de que por sus botas pasan casi todas las opciones de volver a reinar en Europa, porque Cristiano es sin duda el jugador franquicia del Madrid. Que los blancos ganaran la Décima el mismo año que CR7 firmó 17 goles en la Champions no es casualidad.
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